De la diversidad y heterogeneidad cultural de El Vigía, hay que destacar la riqueza espiritual de la tradición navideña que es el producto de la simbiosis e integración de diversas culturas nacionales y de origen extranjero, que le han dado un carácter particular a la zona en su conformación de la identidad local.

Eudes J. Blanco P.*

 

De El Vigía, su diversidad y heterogeneidad, hay que destacar la riqueza espiritual de la tradición navideña, que según el profesor Guillermo Briceño “… ha sido punto esencial de integración desde sus inicios; recordemos que este pueblo no fue fundado por conquistadores, misioneros ni autoridad alguna, solo fue el encuentro de forasteros que fabricaron chozas de cañaveral envuelta en humo blanco, después de caminar andurriales donde solamente el tiempo fue el gran cultor, para lograr la convivencia y la solidaridad. Por esta razón múltiples tradiciones y costumbres surgieron alrededor de la época navideña, costumbres como la zuliana, andina, orientales, centrales, europeas, colombianas, asiáticas y africanas”.

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Por ello que al referirse a la tradición navideña del municipio Alberto Adriani, no se puede  presentar o enfocar bajo las características que identifican a la región andina, pues como lo expresa el profesor Guillermo Briceño, esta tradición es la simbiosis e integración de diversas culturas nacionales y de origen extranjero, que le han dado un carácter particular a la zona.

Una de las tradiciones que se realiza con el más ferviente entusiasmo y respeto es el pesebre, en la incipiente aldea de El Vigía, este abarcaba el total de la sala de la casa; las mujeres con ahínco confeccionaban la túnica del niño Jesús y de los ángeles. Desde su nacimiento en noche buena se le reverenciaba hasta su paradura, ceremonia a la que se le daba inicio desde el 01 de enero hasta el 02 de febrero, día de la Virgen Candelaria.

Según refiere Rosa Pulido, una de las paraduras de mayor recordación era la de Isabel Quintero, (cuya casa estaba ubicada entre la calle 01 y final de la Avenida 16, al pie del Tanque de Agua del Ferrocarril),  durante la ceremonia se rezaba el Santo Rosario, luego los cuatro padrinos elegidos tomaban cada punta de pañuelo y en procesión con todo respeto se paseaba el Niño.  Para realizar esta tradición solían hacer grandes preparativos: “…desde su cocina husmeaba las hallacas y el chocolate, desde su mesa los más variados dulces y biscochuelo, mientras se le rendían al niño Jesús Villancicos o cánticos acompañados de la música de cuerdas en medio del estrepitoso ruido de la pólvora. Al terminar la ceremonia, se daba inició a la fiesta y para ello tenían que cubrir el pesebre con una cortina para que estuvieran velados los santos mientras duraba la fiesta, de lo contrario se profanaba el pesebre”.

Esta tradición de la paradura del niño es como lo expresa Ángel Rosenblat, citado por el profesor Delibrando Varela, “…la fiesta nacional y popular. Es fiesta de los pobres y los ricos, de las ciudades y de los campos, de venezolanos y extranjeros, de cristianos y de adeptos de cualquier religión; y desde luego también de los incrédulos”.

Evoco las paraduras que se celebraban en La Palmita, las cuales tenían como característica la alta participación del pueblo. Imposible olvidar la de la señora Rosa Flores, de la señora Clofe Rojas y en el sector de Palo Quemado la del señor  Elías Escalante. En la actualidad la celebración de la paradura se mantiene, quizás no tengan ese carácter colectivo del pasado, pero siguen siendo  un punto de encuentro de la familia, de los vecinos y los amigos.

Hay que hacer mención especial a una paradura que por la incorporación de nuevos elementos, marco diferencias, me refiero a la Escuela Estadal Bolivariana Félix María Ruiz, en la cual se incorporó la llamada paradura bíblica, solo que quienes representan en vivo a la sagrada familia y los otros componentes humanos del pesebre, lo hacen sobre zancos, situación que le otorga un matiz muy particular.

Pero la tradición del pesebre permanece y se fortalece en el tiempo y la mejor prueba de ello, es la experiencia compartida este año con la emisora Acción 104.5 F.M. en la realización del concurso de pesebres, que demostró que en esta tradición participa individualidades, la familia y comunidades, y que los pesebres ya no son solamente los típicos andinos, hechos con papel y armazón de troncos y escenas típicas andinas, sino que han apropiado de otros conceptos como los bíblicos cuidadosamente elaborados que buscan expresar la geografía y el momento del nacimiento del Niño Jesús o los innovadores, que sorprenden por su creatividad e ingenio.

Otra tradición que permanece en el tiempo pero con las particularidades de la zona es la hallaca, predominando la andina, cuya principal característica es la incorporación al guiso de los garbanzos, esta hallaca andina puede presentar como adicional rebanadas de tomate sin semilla y sin concha, muy particular de la tierra tachirense. No es extraño degustar hallacas orientales en El Vigía, reconocidas por la presencia de papa y de huevos sancochados en el adorno o la caraqueña identificada por la gran cantidad de ingredientes en los que se incluyen las almendras como adorno. Hay que destacar las hallacas realizadas por la colonia colombiana influenciadas por la preparación del Tamal,  plato colombiano muy similar a la hallaca, que requiere de harina precocida, pollo, costillas de cochino, carne de res, arroz, papas, zanahoria y sofrito, envueltas en hojas de plátano.

Merece especial mención la hallaca de plátano, aporte de la colonia zuliana, se trata de un plato típico de la Zona Sur del Lago de Maracaibo, para muchos este plato nació en  Santa Bárbara del Zulia. Se caracteri­za por el uso de plátano verde para elabo­rar la masa. Esto da como resultado una hallaca de color oscuro amoratado. Los ingredientes para el guiso y el adorno son exactamente iguales a los de la hallaca tradicional.

Se debe resaltar como tradición, la misa de aguinaldo, que constituyen  una novena de preparación para la Navidad. Se celebran desde el día 16 diciembre hasta el día 24; y son misas de ornamento blanco, con gloria y música. Son nueve misas que se celebran por intenciones distintas, se celebran preferiblemente a las 4 o las 5 de la madrugada. En el municipio era común que la primera misa iniciada el  día 16 se rezará  por el sector educativo, las otras misas estaban dirigidas a la juventud, a los chóferes, a los comerciantes, a las autoridades, a las aldeas, a las mujeres, entre otros.

En el caso específico de La Palmita por los años setenta del pasado siglo habían dos misas que eran emblemáticas por su organización, la del gremio de los chóferes y la de la juventud, quienes en una sana rivalidad hacían todo el esfuerzo para que su misa fuera “la mejor”,  para ello desde el día anterior se realizaban caravanas, desfiles y juegos populares; se hacia una vigilia  acompañada de música, amenizado por un conjunto de cuerdas de tipo tradicional o conjunto gaitero,  pólvora y carreras de carruchas.

Por ultimo no se puede omitir una tradición que fue iniciativa del alcalde el licenciado Luís Rojas, iniciada  el 01 de diciembre de 2000, como lo es el adorno de la plaza Bolívar de El Vigía. La referida actividad, fue muy aceptada por la comunidad que tomo  el referido sitio como un espacio para el encuentro, el compartir y la recreación de carácter familiar. El resultado favorable del primer año produjo como consecuencia que cada año se mejora la ambientación navideña y se institucionalizara un acto de apertura con música y presentación de fuegos artificiales, además de actividades nocturnas de carácter socio-cultural.

A pesar del poco tiempo de existencia, la aceptación popular que se le dio a este evento, lo lleva a ser considerado como tradicional que por su perfil público, se suma al patrimonio cultural del municipio. Lamentablemente esa presencia humana durante el periodo navideño en la plaza, ha perdido el impacto que tuvo en sus primeros años, primero por la no continuidad de ciertas políticas públicas luego que se producen cambios de administración, pero sobre todo por el avance de la delincuencia y la inseguridad personal que roba los espacios públicos del ciudadano.

* Historiador – eudesblanc@gmail.com