El pasado 15 de agosto se cumplieron 211 años del Juramento de Simón Bolívar en el Monte Sacro de Roma. Tenía Bolívar para entonces 22 años. Y no solo fue el fragor de su juventud, por lo que hizo ese juramento, sino porque así lo sentía.

Alfonso Castro Escalante*

 

Haga un comentario

Haga clic en este recuadro e inicie o mantenga una conversación de este tema, interactúe con los demás.

Para el mes de abril del año 1805 Bolívar se encontraba de salida para Italia. Había permanecido casi un año en París, la capital francesa junto a su maestro Don Simón Rodríguez, y su amigo Fernando Rodríguez del Toro. El 6 de ese mes se había despedido de su prima Fanny Duvillards a quien le había regalado un anillo como recuerdo, también le había dado un retrato suyo, y más tarde al final de sus días, le envió otro con Leandro Palacios.

Como los paseos de Don Simón Rodríguez eran en su mayor parte a pie, los tres amigos emprendieron caminata desde París hasta Italia, Unas veces tomaron coche, otras veces lo hicieron a caballo; pero hicieron mucho del recorrido caminando. Don Simón decía que solo así podía recuperar su quebrantada salud. De París a Lyon, habiendo andado unos cuantos kilómetros se detuvieron a descansar a orillas del río Rodano. Pararon más adelante en Chambery, aun territorio francés. Allí estuvieron una semana. Ahora tenían ante ellos los imponentes Alpes Occidentales, luego se encontraron con las inmensas llanuras de Lombardía.

Por esa vía llegaron a Milan (Italia) y el 26 de mayo se toparon de nuevo con Napoleón Bonaparte, se estaba coronando allí también. Presenciaron la hermosa revista militar de Monte Chiaro. La multitud lo aclamaba; pero Bolívar no se fijaba tanto en eso como en el propio Napoleón.

De Milán pasaron a Venecia, luego a Ferrara, Bolonia, Florencia y Perusa. En Florencia repasó por última vez «El Principe» de Maquiavelo. Nunca le gustó ese autor a Bolívar. En esa ciudad alagaron su vista y refrescaron sus conocimientos asistiendo a los museos y a las estupendas bibliotecas.

Finalmente llegaron a Roma, la ciudad del antiguo imperio que los hechizó. A Bolívar particularmente le inspiró ciertamente mucho lo que habría de ser en el futuro. La gloria había nacido en su corazón, y el ver los pueblos libres, lo empujaba a ver libre también a su patria Y si Humboldt no sabía quién podía ser el hombre que cumpliera con esa empresa, Bolívar empezaba a creer que ese nuevo ser se estaba engendrando en ese momento dentro de él.

El 15 de agosto de 1805, inolvidable para Bolívar, subió con sus dos amigos al Monte Sacro, una de las siete colinas de Roma. Caía la tarde y ya habían descansado un poco, y Bolívar en voz alta y firme, para que lo oyeran sus acompañantes, dijo:

«-¡ Conque este es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Nerón, de Cesar y de Bruto, de Tiberio y de Trajano? Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna…».

Siguió hablando Bolívar, en todo lo que le inspiraba ese pueblo, que había dado para todo, menos para la causa de la humanidad. A medida que hablaba sentía que se le humedecían los ojos, se le oprimía el corazón: era que iba a profesar un juramento, que tenía que ser el motor de toda su vida.

-«Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor y juro por la patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen de la voluntad del poder español».

Tenía Bolívar para entonces 22 años. Y no solo fue el fragor de su juventud, por lo que hizo ese juramento, sino porque así lo sentía. Estaba inspirado en las alturas de la Roma milenaria, donde una vez Pedro se constituyó en la primera piedra de la iglesia que Cristo fundara.

Dieciocho años después, Bolívar desde Pativilca,(Perú) con fecha 17 de enero de 1824 escribió una carta a su maestro, donde otras frases escribió:: «Nadie más que yo sabe lo que usted quiere a nuestra adorada Colombia. ¡Se acuerda usted cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma, a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la patria? Ciertamente, no habrá usted olvidado, aquel día de eterna gloria para nosotros; día en que anticipó, por decirlo así, un juramento profético a la misma esperanza que no debíamos tener….Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló».

*Secretario General Sociedad Bolivariana del estado Mérida – alfonsocastroescalante@gmail.com