El marketing político es una categoría que designa un método para hacer buenas campañas electorales, que parte del principio de que el candidato es un producto y debe ser vendido a un consumidor al que hay que convencer de comprarlo, así el producto sea malo.
Este recurso por lo general es muy mal interpretado por técnicos e instrumentistas del marketing político sin criterios políticos. Algunos piensan que es el envoltorio lo que vende, pero los que hemos trabajado con alguno de estos elementos sabemos muy bien que por más envoltorio que le pongas a un candidato, si el mismo es malo, su fracaso está a la vuelta de la esquina, sin embargo siempre existe el riesgo de que aún a pesar de ello gane y su fracaso será en sus primeros días de gestión cuando el envoltorio ya no le servirá, sin embargo la estafa se habrá consumado.
En Venezuela la utilización de este recurso ha generado muy buenas y malas campañas electorales, pero en estos últimos días hemos observado con detenimiento como un grupo de candidatos del PSUV, escasos de la posibilidad de tener contenido en su campaña, sabiendo las falencias que implica ser candidato de un gobierno nefasto, han decidido hacer el ridículo como parte de su estrategia de campaña.
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Cuando se abusa del marketing político, se asume que el ciudadano, el votante, es ignorante, y se va a dejar engañar con el envoltorio del producto. Lo grave de esto es que muchas veces estos aparentes fenómenos comunicacionales, del que todos hablan porque hacen el ridículo o desarrolla acciones estrafalarias para llamar la atención, terminan siendo una burbuja mass media que no tienen capacidad de generar confianza, sino burla y desprecio.
El abuso del marketing político conduce a fracasos estruendosos, y parece que eso va volver a suceder pronto.
El desarrollo del conocimiento de lo político y de la política en Venezuela habla claramente de un país que sabe diferenciar a quienes no tienen discurso y por eso apelan al ridículo para captar la atención de unos votantes que han sido defraudados sistemáticamente.
Pero lo más lamentable es que hoy, quien apela al abuso del marketing político son aquellos que se ufanan de decirse socialistas, revolucionarios y chavistas, vaya que profunda ironía.