Pues Trump deja la Casa Blanca en andas de una contundente popularidad. Sale del despacho oval por la puerta ancha. Respaldado por todos aquellos que comprenden su rol en defensa no de un partido o de unas creencias, sino del Occidente Judeo Cristiano.

Por Antonio Sánchez García

El Nacional

Un juez desestimó la demanda presentada por la campaña de Trump para suspender el conteo de votos en Michigan
Resulta abrumadoramente concluyente que Trump no perdió los comicios, como sería normal y de rigor, por el impacto y la supremacía política, ideológica y electoral de su adversario, el demócrata Joe Biden. Pues la mejor definición de estos resultados es que perdió Trump, el solitario, pero no ganó Biden, tan multitudinariamente respaldado. Ganó la mayor macolla mediática jamás montada contra candidato presidencial alguno en la historia de las elecciones presidenciales norteamericanas. Por solo referirnos al periódico de mayor difusión y relevancia en el mundo de habla hispana, no hubo un solo día en que la portada de El País, de Madrid, no trajera alguna noticia, algún comentario o alguna columna que no se cebara en desprestigiarlo, minimizarlo, despreciarlo y atacarlo como el monstruo enemigo de la democracia y la libertad de Estados Unidos y de Occidente.

Convirtieron en una costumbre mediática de buen tono atacar despiadadamente a Trump y mostrarlo como un violador, un tramposo, un ignorante, un inculto y despiadado hombre de negocios que merecía ser desplazado del escenario por cualquier medio. Mientras que su contrincante, un mediocre, gris y anciano político del establecimiento demócrata, era elevado a los cielos. Poco importó que en esa campaña anti-Trump coincidieran los intereses de medios, académicos y políticos occidentales con los de los grandes enemigos de Estados Unidos y, peor y más grave aún, del Occidente mismo: China, Rusia y el islamismo talibán. Esa campaña global bien puede ser considerada una campaña de todos contra Trump.

No recordará la historia una sola ejecutoria de Joe Biden, que justificara su pírrica victoria electoral, salvo el haber sido un oscuro y mediocre vicepresidente de Barack Obama. Que tampoco será recordado por otra cosa que no sea ser el primer negro afroamericano en llegar a la Casa Blanca. Impulsado para ello por la propia Academia Sueca. ¿Qué ameritaba concederle el Premio Nobel de la Paz, que no fuera su origen afroamericano?

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Que a pesar del quebrantamiento de su popularidad por tan despiadada campaña mediática y política, Donald Trump esté disputando aún al día de hoy su derecho a permanecer en la Casa Blanca, demuestra la solidez de su liderazgo. Que a ser francos, no se sustenta en el Partido Republicano, siempre ambiguo y vacilante en su respaldo, sino única y exclusivamente en su propio carisma y el prestigio personal ganado en este ejercicio presidencial.

Pues Trump deja la Casa Blanca en andas de una contundente popularidad. Sale del despacho oval por la puerta ancha. Respaldado por todos aquellos que comprenden su rol en defensa no de un partido o de unas creencias, sino del Occidente Judeo Cristiano.

¡Cómo quisieran rusos y chinos, turcos y afganos, progresistas y miembros conspicuos LGTB y mediáticos que su campaña anti-Trump lo hubiera quitado de en medio! No fue ni será posible. Occidente no se rendirá a sus enemigos. Trump seguirá siendo parte fundamental del cordón sanitario de Occidente en defensa de la libertad, la ley y la democracia.

@sangarccs