En este segundo artículo de una serie ambientalista, relacionada con el buen uso de los recursos naturales para bien de la actividad agropecuaria del sur del lago, abordamos el tema de las lluvias y crecidas excepcionales causantes de desastres por razones naturales, pero también por irresponsabilidad ambiental de las personas y organismos públicos.

Jóvito Valbuena Gómez*

Desde el año 2013, después  de 9 años de lluvia (2003 – 2012) comenzó un periodo seco que nadie sabe cuánto tiempo más durará. El registro histórico de la lluviosidad anual en esta parte de Los Andes asciende a 800 mm, pero en los últimos años no ha sobrepasado 400 mm. El déficit hídrico en grande. Por ello el artículo anterior lo titulamos Los ríos se secan. Allí se habla de las causas y consecuencias naturales de la sequía, pero también se llama la atención a la irresponsabilidad ambiental de las personas que malgastan el agua y a la administración pública que se olvida de su deber protector y conservacionista de los recursos naturales.

En este segundo artículo de una serie ambientalista, relacionada con el buen uso de los recursos naturales para bien de la actividad agropecuaria del sur del lago, abordamos el tema de las lluvias y crecidas excepcionales causantes de desastres por razones naturales, pero también por irresponsabilidad ambiental de las personas y organismos públicos que pretendiendo olvidar acontecimientos anteriores ocupan espacios y construyen viviendas en sitios de alto riesgo y, además, no toman las previsiones correspondientes. La consecuencia final son nuevos desastres.

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Recordemos que la topografía andina de pendientes pronunciadas, alta pedregosidad, a veces inestables o débiles con abundante material suelto y cruzadas por quebradas, torrentes y ríos,  son por sí mismas amenazas naturales que se activan con las lluvias. Si éstas son tormentosas, excepcionales o sobreabundantes, el arrastre de material se hace grande simultáneamente, se ensanchan los lechos y los impactos de las aguas torrenciales destrozan todo lo que consiguen a su paso. Son llamadas crecidas excepcionales o desastrosas que por cierto se repiten históricamente y no siempre en periodos lluviosos. Por ejemplo, la vaguada de 2005 que causó muertes, destrozó viviendas, cultivos y carreteras en el valle del Mocotíes (Bailadores, Tovar, Santa Cruz de Mora) y el valle de Murmuquena en Zea, ocurrió en febrero, mes teóricamente seco.

Como mucha gente sufre de desmemoria, de irresponsabilidad ambiental, también de pobreza para adquirir terrenos seguros, construyen donde primero pueden con la anuencia de los organismos municipales y en ausencia total de los organismos de previsión de riesgos. Por ejemplo, barrios,  caseríos y sectores que fueron barridos por la vaguada del 2005, junto con las carreteras que los comunican, más otras áreas contiguas de alto riesgo por crecidas excepcionales, a pesar de haber sido desalojadas en esa fecha, reconstruyeron o están haciéndolo sin que nadie se dé por enterado.  Se olvidaron de la vaguada, venden terrenos por avidez de riqueza, continúan unos haciéndose de la vista gorda y otros haciendo lo que les viene en gana, todos sufren de irresponsabilidad  ambiental porque todos saben bien que los ríos crecen.

* Geógrafo – jvalbuena_2000@yahoo.com