¿Qué hacer? Y es que sí se puede cambiar. Pero, para que eso suceda, “hay que cambiar radicalmente la situación política venezolana y, adicionalmente, el régimen de políticas económicas”.

 Por Edecio Brito Escobar

Recientemente, cuando en La Otra Vía tuvimos como invitado al coordinador del Informe de Coyuntura de la Universidad Católica Andrés Bello, profesor Luis Zambrano Sequín, una de las informaciones más duras que recibimos ese día fue saber que la economía venezolana, entre 2014 y 2019, había registrado una contracción del 61%. Pero también que el 2020 culminaría con una caída adicional del 30% en el Producto Interno Bruto, y que, para variar, no había esperanzas de recuperación durante 2021.

¿Qué hacer? Y es que sí se puede cambiar. Pero, para que eso suceda, “hay que cambiar radicalmente la situación política venezolana y, adicionalmente, el régimen de políticas económicas”. Solo que para que eso suceda, obviamente, tienen que coincidir la voluntad de quienes detentan la responsabilidad de gobernar, la disposición de los que promueven inversiones y la estructuración de un cuadro de coincidencias que concluya en lo fundamental, que no es otra cosa que confianza.

No son pocos los oyentes que nos siguen sábado a sábado y, entre otras cosas, escriben para afirmar que quienes promovemos este Programa somos ingenuos. 0tros consideran que no son pocos los invitados que insisten en desestimar la gravedad de la crisis económica, a la vez que magnifican lo poco que hacemos.

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Sin embargo, una vez más ratificamos que, sin desconocer la seriedad y gravedad de la situación por la que estamos atravesando, sí es cierto que se están haciendo esfuerzos. También que la empresa privada se resiste a hacerle el juego a la claudicación, y que, además, hay aprendizajes en proceso y que debemos perseverar y empeñarnos en convertir dichas lecciones en victoria.

Producir, abastecer y competir no es imposible. Competir y exportar tampoco una locura. Y mucho menos, por ser venezolanos, no somos capaces de vencer los obstáculos que han impuesto aquellos que nunca entendieron en qué consiste gobernar, y cómo se puede hablar de hacerlo si no se hace en beneficio de la ciudadanía.

Más allá de la pasión verdaderamente ingenua de que volveremos a ser un país petrolero, cuando el nuevo reto es convertirnos en productores de bienes y exportadores, como emprendedores de servicios para el primer mundo, también hay otra serie de elementos que se no se pueden desestimar. Y uno de ellos es conocer a fondo qué se está produciendo en el país, para conquistar el mercado internacional. De igual manera, qué materia prima se está configurando en el territorio nacional, y haciendo posible el procesamiento de bienes fuera de Venezuela, para convertirse en artículos para la competencia.

Por otra parte, ¿qué exportaciones hemos hecho, estamos haciendo o pudiéramos hacer a partir de un corto plazo, para ubicar a la Nación en alguna posición competidora?

Lo cierto es que hay hechos pasados o actuales que no pueden desvincularse de una realidad que no se deben desatender, ignorar y subestimar. Y se trata de que, a Venezuela, una vez más, en materia económica internacional, no sólo se le debe estimar útil e importante a partir de su relación con el petróleo, ciertos derivados del crudo, acero y derivados, como lo que viene siendo promovido como el último grito del momento, es decir, la venta de oro.

Hay otras experiencias, otras vivencias y referencias que debemos tratar con detenimiento, responsabilidad y como componente en el tratamiento de lo que está sucediendo, y, repetimos, hay que hacerle seguimiento. Porque es un hecho venezolano y sobre lo cual, desde luego, no podemos ni debemos estar ausentes. Y que, en este caso, lo vamos a tratar a partir de la participación de un conocedor de lo que es y significa el comercio internacional, el presidente de la Asociación Venezolana de Exportadores (AVEX), Ramón Goyo.