La banalidad del mal como espejo del tiempo le hizo no obviar nada: la locura, los celos, los sueños, el conocimiento, la ambición de poder, la desesperación, y aquel psiquiatra del diván, lo recibía por la puerta de la trastienda para oírle su perorata del hombre nuevo, buceo en el caos sin piedad, porque al fin el equilibro armónico de su locura. Sonreía a veces con benevolencia, otras casi siempre con cinismo representado en él.

j. g. guerrero lobo*

 

La banalidad del mal como espejo del tiempo le hizo no obviar nada: la locura, los celos, los sueños, el conocimiento, la ambición de poder, la desesperación, y aquel psiquiatra del diván, lo recibía por la puerta de la trastienda para oírle su perorata del hombre nuevo, buceo en el caos sin piedad, porque al fin el equilibro armónico de su locura. Sonreía a veces con benevolencia, otras casi siempre con cinismo representado en él.

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Todos los días falsificaba la historia, como lo indica el poema de José  Antonio Ramos Sucre, 1 en  Granizada: “Lo único  decente que se puede hacer con la historia es falsificarla”, el escritor Checo Milan Kundera 2  expresa: “La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial?  Digamos, por tanto, que la idea del eterno retorno significa cierta perspectiva desde la cual las cosas aparecen de un modo distinto ha como las conocemos: aparecen sin la circunstancia atenuante de su fugacidad. Esta circunstancia atenuante es la que nos impide pronunciar condena alguna. ¿Cómo es posible condenar algo fugaz? El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia; todo, incluida la guillotina”.

Hoy como ayer: la profunda perversión moral que va unida a un mundo basado esencialmente en la inexistencia del retorno, porque en ese mundo todo está perdonado de antemano y, por tanto, todo cínicamente permitido. Nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores.

¡Si Pólibo no se hubiera hecho cargo del pequeño Edipo, Sófocles no hubiera escrito su más bella tragedia! ¡Si la hija del faraón no hubiera rescatado de las olas el cesto del pequeño Moisés, no hubiera existido el Antiguo Testamento ni toda nuestra civilización! Hay tantos mitos que comienzan con alguien que salva a un niño abandonado.

Aquel niño incluido en el informe sobre la banalidad del mal, ni su madre se ocupo de él y mucho menos su padre,  lo entregado a su abuela, quien lo ensalma con el amuleto de su tío y se lo entrega para que lo protegiera del mal, y el se ufanaba de decir que luego de destruir el país a tierra arrasada, viviría más allá de Sinaruco en algún bohío de los indios cubas, su palabra era ley, era lo que el creí hecha mentira, porque se rodeó de esta gente ignorante que le aconsejaba las cosas más negativas, y  cosas falsas, de el recibimos a quien se hace llamar hijo, quien en muy poco tiempo, como hijo quien nada le cuesta hagámoslo fiesta

La periodista Ludmila Vinogradoff en su nuevo libro “El Ocaso De Chávez”, nos dice: ¿Todo lo apuntado en el libro está confirmado? Sí, todo. Murió de un infarto. Él confirmaba. Era la persona más solicitada durante los dos años que duró la agonía de Chávez. Daba de media 10-15 entrevistas diarias. Tenía fuentes del Gobierno venezolano y cubanas, era una habilidad técnica y dedicación personal. Nadie se preocupó más por la salud de Chávez que el doctor José Rafael Marquina. Su interés era decir la verdad. Quiso ser la otra cara desde Miami.

Se construyó un mito en sus últimos momentos. Ya estaba preparándose porque sabía que iba a morir. Para construir un mito y una leyenda alrededor de él. Convertirlo en un referente, en un dios después de su muerte. Pero no sabemos, porque no se conoce la partida de muerte. En su funeral había dos ataúdes, en el que lo pasearon por toda Caracas y otro el que mostraron en la academia. Son dos sarcófagos distintos. No era Chávez, era un muñeco. No se sabe dónde está enterrado. Mucho misterio. No hay posibilidad de investigar a fondo. Y la gente que sabe la verdad tiene miedo y no habla. Se construyó la cuestión épica del caudillo. Había que explotar en ese sentimiento místico. Se quería construir un ídolo pero de barro. Maduro creía que debía imitar hasta en eso. Decir locuras queda muy bien, pero son ignorancias. Cuando caiga Maduro, Chávez también caerá, El tiempo de Dios es perfecto.

Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht).

Era más patético y siempre cambio de un  personaje  a otro, como cualquier actor del teatro de lo absurdo, hoy trasformado en culto a la necrofilia.

1 JOSÉ ANTONIO RAMOS SUCRE (Cumaná, 9 de junio de 1890 – Ginebra, Suiza, 13 de junio de 1930), poeta, ensayista educador, políglota, autodidacta y diplomático venezolano. Considerado uno de los más destacados escritores e intelectuales de la historia literaria de Venezuela.

  1. MILÁN KUNDERA – Nació en Brno, en la antigua Checoslovaquia, en 1929. Después de la invasión soviética de 1968, perdió su trabajo y quedó prohibida la circulación de sus libros. Vive desde 1975 en Francia, país que adoptó su nacionalidad, y sus libros están traducidos, las novelas La broma, la vida está en otra parte y El libro de la risa y el olvido fueron publicadas por la editorial Seix-Barral. Tusquets Editores publicó, con el mismo éxito La insoportable levedad del ser (Andanzas 25). La despedida, los amores ridículos, La inmortalidad y su última obra, La Lentitud, una obra de teatro, Jacques y su amo, y los ensayos El arte de la novela y Los testamentos traicionados.

* Escritorjgglobo@gmail.com