He intentado varias veces comenzar a escribir sobre la tragedia del «Inca» Valero y su esposa. Yo, que soy de pluma fácil, reconozco que he tenido dificultad para concentrarme en el enfoque deseado para este comentario. Por eso he tomado una decisión. No ceñirme a un guión ni a una matriz. Voy a permitirme escribir

Iván Darío Rivera

 

La tragedia era inminente. La vida de Valero se torció desde muy temprano. Un hogar roto y sin figura paterna, lo llevaron a la calle, en una población pujante y progresista, pero con unos índices de criminalidad sumamente altos con respecto a los estándares de nuestro país. Y es que el Vigía, capital de Alberto Adriani es una de las ciudades más peligrosas de Venezuela, y cuna de una de las canteras de criminales más «productivas» del país.  Así, las drogas y el alcohol, pronto estuvieron presentes en su vida y con ellos el delito.

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Valero, a la edad en que la mayoría de los niños de nuestro país, están en la escuela y practicando deportes en cualquier disciplina, ya estaba en la calle repito en una danza mortal con las drogas el alcohol y el delito. Abrazando la muerte desde muy temprano, su espíritu, se fue curtiendo y su cerebro no llegó a albergar sueños de una vida prospera y relajada, por el contrario, se tornó violenta. La lucha del día a día, no le permitió pensar a futuro. Me levanto, pero no se si llego vivo por la noche. A golpes, se labró un puesto en la comunidad del bajo mundo. No conoció el dialogo para resolver una disputa, la compasión, la ternura y el cariño, tal vez nunca se albergaron en su corazón.

La historia de Valero, tiene mucha similitud, con la de los boxeadores venezolanos, y en algunos casos a nivel latinoamericano y mundial. Los boxeadores, en su mayoría, son muchachos de la calle, de hogares humildes y muchos de ellos fracturados. La agresividad es un reflejo de sus personalidades y en busca del lucro, se encaminan en lo que mejor saben hacer. Tirar golpes. Salvo contadas excepciones,  como el caso de Antonio Esparragoza, existen y vienen a mi memoria, casos como el de Ramoncito Arias, Vicente Paúl Rondón, Alfredo Marcano, Antonio Gómez en Venezuela. El «Kid Pambelé», en Colombia. Carlos Monzón en Argentina y muchos más. Luego de haber alcanzado la gloria, ser honrados y seguidos por una corte de aduladores, obtener cuantiosas fortunas; Han muerto algunos en la miseria, la demencia y la soledad, y otros deambulan por las calles como sombras fantasmales, a quienes se les saca el cuerpo, y viven de sus recuerdos, añorando días de gloria, fama y fortuna que jamás volverán.

Los boxeadores, son victimas fáciles de su bajo nivel intelectual, y cual sanguijuelas una legión de personas se alimentan de ellos. El caso de Valero, nada tiene de distinto. Un entrenador, y unos seconds, que alimentaban su sed de gloria para obtener su tajada del pastel sin importarles el «Inca» interior. Una abogado, que lo necesitaba en la calle para que se metiera en un nuevo problema y tener también una porción importante del pastel. Un Concejo Mundial de Boxeo, que ante la carencia de púgiles de calidad y fama, obviaron y estoy seguro de que es así, los controles antidoping, y cuando los hicieron, (frase de mi pueblo) «Otro puso el miao», para que Valero continuara escalando posiciones y con ellas su valor dentro del Boxeo Mundial. ¿Para que matar la gallina de los huevos de oro?  La pelea con Pacqueao, prometía una danza de millones fantástica. Había que llevarlo hasta allí, y después bueno veremos.

Era evidente lo mal que el muchacho estaba, si no fíjense (sin cronología de los hechos), En la vía El Vigía-Mérida, saliendo del último túnel una alcabala fija de la Policía Regional lo detuvo, y sin mediar palabras la emprendió a golpes contra los funcionarios quienes por supuesto perdieron por nocaut técnico esta pelea con el «Inca». Fue detenido y llevado a Mérida. Una orden directa de muy alto nivel, exigió su puesta en libertad de inmediato, pues sería llevado a Cuba para rehabilitación (se hizo evidente que todo el alto gobierno sabía de su consumo de drogas). Una vez en la calle, la promesa no se cumplió y otras cosas tomaron mas importancia en la agenda presidencial (Compra de armas, aviones, fusiles, uniformes para las milicias, la electricidad coño que peo, la gasolina no joda como surto el mercado si no estoy haciendo la suficiente, vienen las elec……………..). Total un tiempo más puede esperar este loco. Hay vergas más importantes.

La madre. El último recuerdo que esta pobre señora tiene de su hijo, fue una agresión física y verbal, contra ella, sus hermanas y hermanos.

En su última pelea contra un mexicano, todos pudimos apreciar un Valero con la guardia baja, sin importar lo que su oponente lanzara, y con la mirada desorbitada y fija, lanzando golpes a diestra y siniestra, sin dar cuartel, y para un hombre con sus palmares, no era de extrañar que venciera por nocaut. Lo extraño es que, como a un hombre, no le pasa factura una vida de alcohol y drogas, de farras y psicotrópicos. Y allí surge la respuesta. Recuerdo una frase que los mas «viejitos» recordarán, cuando por allá por los 60 y 70, se utilizaba en la jerga de los adictos a las drogas cuando se enfrentaban a la policía «EL PLOMO ME NUTRE…DAME OTRO COÑAZO POLICÍA GUEVÓN…ESE ROLO NO LO SIENTO…etc.). Y era que bajo los efectos de la droga, los golpes y las heridas según ellos no se sentían, ¿He allí la respuesta? Ni lo afirmo ni lo niego, son preguntas que no tendrán nunca respuesta.

El «Inca» ya no está. Se marchó llevándose por delante la vida de una hermosa mujer cuyo único pecado fue primero amarlo, y después temerle. Quedan dos niños a quienes les fue arrancada la posibilidad de ser felices en un hogar junto a papá y mamá, de soñar con Disneyworld, de sentir la alegría de niños de crecer en un ambiente armónico. Una madre con el dolor del recuerdo de su malogrado hijo, que víctima de la paranoia, se fue odiándola.

Podría escribir muchas páginas de sucesos violentos donde estuvo involucrado Edwin, mas por respeto a su memoria y el dolor de sus familiares, me limitaré a estos solamente. La muerte no merece ser celebrada, aun cuando es un hecho cierto y natural. Es la vida a la que hay que rendirle tributo, es a la vida a la que tenemos que alimentar, al amor, la confraternidad, la unión, y eso lo lograba Edwin en cada una de sus peleas. Ignorantes del infierno y las batallas que se libraban en su interior, todos nos uníamos con el fin de aupar «al loco del vigía», «no importa que le tengamos arrechera a Chávez» «no importa que ese carajo lo lleve tatuado en el pecho». Es uno de los nuestros lo apoyamos y Celebramos sus victorias

El «Inca» se fue. Y todos aquellos que hoy lo lloran, ya están pensando en que seguramente por ahí va a aparecer otro Edwin. Es cuestión de tiempo nada mas, Ahora es cuando hay niños de la calle, y el ciclo volverá a repetirse.

A estas alturas llegan a mi mente unas líneas de Ernest Hemingway en su obra «Por quien doblan las campanas»:

Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, todo el mundo queda disminuido, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti.

Doblan por el gobernante, que utiliza iconos populares para hacer demagogia.

Doblan por el empresario insensible, que no dedica parte de su riqueza para hacer el bien.

Doblan por los promotores boxísticos que ven a los seres humanos como productos desechables generadores de riquezas.

Doblan por los hombres irresponsables, que preñan mujeres y no reconocen sus hijos.

Doblan por las mujeres irresponsables, que se abandonan a un rato de placer, y una vida de lamentos.

Doblan por los hombres y las mujeres que no practican sexo seguro.

Doblan por quienes no somos capaces de ser amigos de nuestros hijos.

Doblan por quienes somos incapaces de dar una ayuda a un extraño.

El señor dice…»venid a mi todo el que este cargado y cansado, que yo le haré descansar»

Paz a sus restos…no.

Paz a su alma.-