Sólo esta finca se ha mantenido intacta, entre la gran cantidad de urbanismos y de comercios en que se ha convertido la zona. Aún se conserva la modesta casa de bloque a medio frisar y techo de zinc, entre los árboles, discretamente recostada con el oído atento a los rumores del camino, pero con la mirada puesta sobre los potreros y el corral de las vacas.

José Gregorio Carruyo*

 

Existe una decisión de un  Tribunal Ejecutor de Medidas de La Circunscripción Judicial del Estado Mérida del 1 de febrero de 2012, donde se deja constancia que el Fundo Agropecuario La Providencia es una unidad de producción  constituida de acuerdo con los términos de la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, con una Declaratoria de Permanencia emitida por el Instituto Nacional de Tierras el 26 de marzo de 2008. Como si antes no lo hubiese sido, como si estuviesen descubriendo el agua tibia.

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Muchísimo antes de que el mencionado Tribunal Ejecutor  lo declarara, encontrándolo ajustado al nuevo formato legal, ya éste lo era tiempo atrás desde cuando Salvador Ballesteros Sánchez decidiera comprarle un lote de tierras a José Besednjak, propietario de la Hacienda Bubuquí, de la que se desprenderían veinticinco hectáreas de verdes pastizales sobre la  planicie que deja el caño La Pedregosa para juntarse abajo en la llanura con  el caño Bubuquí.

Esa gestión se cumplió un 12 de septiembre de 1970, según documento consignado ante la Oficina Subalterna de Registro Público del Distrito Alberto Adriani, El Vigía, Estado Mérida, bajo el N° 59, folios 125 al 128, Protocolo Primero, Tomo Segundo del Tercer Trimestre del referido año 1970, quedando constituidos sus linderos por el sur con la antigua vía férrea Santa Bárbara-El Vigía, hoy avenida principal. Por el norte con el caño Bubuquí. Hacia el este con Mejoras que fueron de Marta Valera y el oeste con el caño La Pedregosa.

Todo ese sector, donde  por más de treinta años había funcionado la estación del ferrocarril La Pedregosa hasta bien entrada la década del 50, a finales de los años 60 era una sola calle de tierra y unas cuatro o cinco casas olvidadas en el tiempo, con el silencio de sus perros merodeando  los patios. Pero al contrario de la mala fortuna del caserío,  toda esa planicie se había convertido en un hervidero de pequeños fundos, habitados y cultivados por familias de labriegos a quienes el largo brazo del progreso también terminaría alcanzándolos. Y un día cualquiera despertaron con el ruido de los bulldozers raspando la tierra, y en un abrir y cerrar de ojos todos esos fundos cambiaron su razón de uso y pasaron a ser parte de la ciudad. Ahora conforman el casco urbanístico de una de las parroquias del municipio: Presidente Páez. Aun cuando la familia hizo venta de ella un 24 de septiembre de 1984 a Arnoldo Mora,  la Finca de los Ballesteros (como también se le había llamado) permanece ahí, intacta, como recuerdo de un pasado rural no muy remoto.

Entre la gran cantidad de urbanismos y de comercios en que se ha convertido la zona en las últimas dos décadas, no se hace difícil reconocerla.     Aún se conserva la modesta casa de bloques a medio frisar y techo de zinc, entre los árboles, discretamente recostada con el oído atento a los rumores del camino, pero con la mirada puesta sobre los potreros y el corral de las vacas.

* Escritorjosecarruyo68@hotmail.com