Es fundamental mencionar a modo introductorio que la mayoría de las democracias latinoamericanas son de data reciente y han sido forjadas mediante grandes luchas sociales, encargadas de gestar reivindicaciones participativas, determinantes al momento de deponer a los regímenes despóticos, socavadores de las libertades y de los derechos individuales. Las dictaduras han llevado a la miseria […]

Es fundamental mencionar a modo introductorio que la mayoría de las democracias latinoamericanas son de data reciente y han sido forjadas mediante grandes luchas sociales, encargadas de gestar reivindicaciones participativas, determinantes al momento de deponer a los regímenes despóticos, socavadores de las libertades y de los derechos individuales.

Las dictaduras han llevado a la miseria económica, salvo algunas excepciones como ocurrió a mediados del siglo XX en Venezuela con Marcos Pérez Jiménez, responsable de posicionar el Bolívar, convirtiéndolo en una de las monedas más fuertes del mundo que de la mano con el fomento de la infraestructura, llegó a abarcar el progreso patrio, no  exonerando a su régimen de la violación de derechos humanos, al igual sucedió en Chile donde paradójicamente la férrea dictadura de Augusto Pinochet, le generó un alto posicionamiento económico y crecimiento per cápita a su población, la cual supo aprovechar dicha oportunidad durante la transición y ahora en el disfrute de la democracia representativa, se encuentran posicionados con miras al progreso sostenido y a la productividad de exportación.

El nuevo orden social, gestado en su mayoría durante la segunda mitad del siglo XX, fue un proceso emancipador que trajo consigo la remoción institucional de lo ya establecido de forma parcial o total y simultáneamente contribuyó a la celebración del pacto social moderno, amplio y voluntario, instaurando la Constitución Nacional legitimada por el consenso ciudadano y no por la fuerza bruta del poder que otorgaba las balas o los barrotes de las cárceles a quienes no hacían su voluntad, por ende en América Latina se estableció como epicentro jurídico el acuerdo ciudadano con el respeto al estado de derecho, garante no sólo de la división, independencia e imparcialidad de los poderes públicos sino de la autonomía funcional y de esa individualidad intuito persona como parte determinante del equilibrio civilizacional. De allí que su praxis se ha fortalecido sistemáticamente con el paso de las décadas.

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La democracia no es perfecta pero es la mejor solución si queremos la inclusión, siendo un sistema que hasta ahora permite la incorporación e interacción progresiva de la amplia participación ciudadana en proporciones iguales, en materia electoral se da la da igualdad sin ningún tipo de beneficios o prebendas políticas para cualquiera de los electores, es decir, sin importar si el estado es federalista o centralista, si se va o no a la segunda vuelta presidencial, si la designación de la representación indígena o de la mujer es menor o mayor grado, si la elección de curules es por zonas geográficas o por número de habitantes, sin importar la diferencia del poder adquisitivo; la fuerza del voto para cada persona al cumplir la mayoría de edad y estar habilitado para votar es igual a uno (1), en pocas palabras 1 ciudadano = 1 voto.

Salvo excepciones muy puntuales de órganos colegiados o legislativos, motivado a otro nivel ya depurado por la elección primaria y resguardada por la legitimidad de origen como sucede a modo de ejemplo con el caso de los delegados electorales, responsables de elegir en segundo grado al presidente norteamericano.

El continente Americano tiene privilegiada posición geopolítica e inmensa riqueza natural y energética, además de un enorme potencial humano, capaz de redefinirse constantemente para satisfacer por la vía institucional las necesidades del común denominador, erradicando de manera progresiva el flagelo de la pobreza y combatiendo la ignorancia, estableciendo simultáneamente la alta producción agrícola, pecuaria, industrial, tecnológica y visionaria de creación conceptual para marcar pauta o tendencia global, gracias a la absoluta independencia de los poderes, a la competitividad productiva y comercial con algunas restricciones lógicas a la era de los monopolios y oligopolios, es decir, con medidas lógicas, disciplina y el esfuerzo mancomunado, se puede lograr el fortalecimiento institucional, erradicando definitivamente el tráfico de influencias, la corrupción y los malestares de la nación.

Jim Morantes

@JIMMORANTES