Hoy 12 de febrero de 2017 se cumplen 203 años de aquella gesta heroica donde el General José Félix Ribas libro la Batalla de la Victoria, reunió para ello 1.000 estudiantes de seminarios de la ciudad y otros pueblos, entre ellos 85 estudiantes del Colegio Santa Rosa de Lima de Caracas.

Alfonso Castro Escalante*

 

Hoy 12 de febrero de 2017 se cumplen 203 años de aquella gesta heroica donde el General José Félix Ribas libro la Batalla de la Victoria, reunió para ello 1.000 estudiantes de seminarios de la ciudad y otros pueblos, entre ellos 85 estudiantes del Colegio Santa Rosa de Lima de Caracas.

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La batalla comenzó al amanecer. A las siete supo el General Ribas que el enemigo se acercaba; hora y media después se luchaba con todas las tropas. El jefe patriota arengo a sus seguidores con este grito de esperanza: «Soldados: Lo que hemos deseado va a realizarse hoy: he ahí a Boves. Cinco veces es mayor el ejército que trae a combatirnos; pero aun me parece escaso para disputarnos la victoria. Defendéis el furor de los tiranos la vida de vuestros hijos, el honor de vuestras esposas, el suelo de la patria; mostradles vuestra omnipotencia. En esta jornada que ha de ser memorable, ni aún podemos optar entre vencer o morir: necesario es vencer. ¡Viva la república!».

Eduardo Blanco nos dice que las tropas de Ribas no llegaban a 1.500 hombres. Por la parte realista Boves comando la acción. Su ejército triplicaba al de los defensores de la patria, 700 hombres atacaron por el camino de San Mateo y 2.700 por Pantanero. Los que entraron por San Mateo eran 500 de caballería y 200 fusileros que tomaron El Calvario y Río Aragua, mientras que el grueso de 2.000 de caballería y 700 de fusilería entraron por el camino de la Otra Banda.

Según la tradición durante la batalla de la Victoria a las cuatro de la tarde, el General José Félix Ribas presintiendo la derrota, entró en la iglesia y se postró frente a la imagen de La Virgen Inmaculada Concepción y le rogó que salvara la tropa. La oración del valiente guerrero fue interrumpida por el grito de un soldado, quien desde el campanario le anunciaba que por el camino de San Mateo venía una polvareda. Era el refuerzo que venía al mando de Vicente Campo Elías, español patriota, cuya sola presencia es clara prueba, de que nuestra contienda magna no solo fue entre venezolanos y españoles, sino entre patriotas y realistas.

Dos escuadrones de caballería a las ordenes de Manuel Cedeño y los hermanos Juan y Francisco Padrón, y 220 infantes comandados por el teniente Coronel José María Ortega y por el Capitán Antonio Ricaute, quien un mes después entraría en la inmortalidad precedido por el estruendo de mil cañones.

El enemigo desmoralizado por esta sorpresa y por la tenacidad y valor demostrado en el combate por los paladines de La Victoria, emprendió la retirada.

Fue un día de gloria para Venezuela, la juventud, el coraje ante la perversidad enemiga y el amor a la patria triunfaron sobre la barbarie, el número y la fuerza de las hordas que llegaron hasta la Victoria seguras de aniquilar a estudiantes imberbes, cuya osadía llegaba al extremo e oponerse a sus miles lanzas dirigidas a sus generosos corazones.

Al día siguiente Bolívar dicta una proclama, dirigida a los soldados del ejército vencedor de La Victoria en la cual bautiza al triunfador con el nombre por el cual lo conoce la posteridad: dice: «El General Ribas, sobre quien la adversidad no pueda nada, el héroe de Niquitao y Los Horcones, será desde hoy titulado “EL VENCEDOR DE LOS TIRANOS DE LA VICTORIA».

En la Batalla de La Victoria, el prócer merideño Luis María Rivas Dávila fue mortalmente herido y cuando el cirujano le extrajo de su cuerpo la bala de fusil que le segó la vida, promulgó su discurso sublime: «Llevadla a mi esposa, y decidle que la conserve, y se acuerde de que a ella debo el momento más glorioso de mi vida, aquel en que he perecido, defendiendo la causa de mi suelo. Muero contento: Viva la República».

En palabras de Chalbaud (1983): Aquí tenéis, amables lectores, de cuerpo entero, al verdadero Héroe de La Victoria, inmerecidamente silenciado, al igual que los héroes niños merideños, cuando anualmente se conmemora el hecho bélico y se celebra, en todo el país, el día de la Juventud. (Chalbaud, 1983, p. 132).

La Asamblea Constituyente del año 1947 presidida por el poeta Andrés Eloy Blanco firmó un acuerdo en el Palacio Legislativo Federal de Caracas, el 10 de febrero de 1947, donde acordó establecer el 12 de febrero como DÍA NACIONAL DE LA JUVENTUD. Esta refrendada por el secretario Miguel Toro Alayón.

Hoy a 203 años de esa gloriosa batalla invitamos a los jóvenes venezolanos que no descansemos en la lucha, que sigamos el ejemplo del Gral. José Félix Ribas y sus estudiantes con espíritu de lucha y libertad.

* Secretario General Sociedad Bolivariana del Estado Mérida – Cronista Honorario de la Asociación de Cronistas Merideños – alfonsocastroescalante@gmail.com