Esta situación se ha agravado en los últimos meses por las dificultades de Venezuela para convivir con un barril de petróleo a 48 dólares, tal y como acreditan las estadísticas que publica el cártel de productores Opep y otras agencias internacionales.
En este escenario, el país bolivariano está perdiendo en su cartera de clientes a países que son grandes consumidores de hidrocarburos externos por la falta de recursos propios. Un ejemplo es España, que en los siete primeros meses del año ha reducido la compra de crudo a Venezuela en un 63,1%, hasta situarla en 697.000 toneladas. Esta cifra equivale a un raquítico 1,8% del total del crudo importado para un país que, hace sólo 10 años, era capaz de colocar en España más de cuatro millones de toneladas y ser uno de los principales proveedores con una cuota próxima al 8%.
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Pérdida de competitividad
Fuentes del sector petrolero vinculan la brusca caída a la pérdida de competitividad de Venezuela en un mercado global y cada vez más agresivo por el auge de nuevas técnicas como el fracking, que se traduce en una reducción de los contratos firmados entre las petroleras y el país para buscar otras vías de aprovisionamiento. En este sentido, la vuelta de Irán al mercado tras el levantamiento del veto comercial impuesto por Occidente ha supuesto un duro golpe para el conjunto de países que venden crudo a España.
El país de los ayatolás ha puesto sus pozos a bombear con fuerza para recuperar la cuota de mercado perdida durante el embargo. En el caso español, petroleras como Repsol o Cepsa se han apresurado a firmar contratos con el país persa para traer a sus refinerías un crudo de alta calidad y muy accesible por la proximidad de este mercado. Sólo entre los meses de enero y julio han llegado a España 1,1 millones de toneladas de crudo iraní, casi el doble que Venezuela. El país ha elevado su cuota al 3%, si bien se mantiene todavía lejos de otros grandes productores como México, Rusia o Arabia Saudí.
La pérdida de influencia de Venezuela en el mercado internacional de crudo es también el reflejo del deterioro que sufre su economía, con un PIB en caída libre yuna inflación que alcanzará el 700% al final de año, según las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Las propuestas del país latinoamericano para reducir de forma coordinada con sus socios de la Opep la producción de hidrocarburos han caído en saco roto, mientras algunas de las multinacionales que operan en el país han comenzado a hacer las maletas empujadas por el impacto de la crisis en su cuenta de resultados.
Pago con bonos y pagarés
El Gobierno de Maduro ha planteado a algunos grupos petroleros que trabajan en su extenso campo de hidrocarburos el pago de sus trabajos con bonos y pagarés para cubrir su falta de efectivo y poder cumplir sus compromisos con sus proveedores.
La única petrolera española que trabaja mano a mano con la estatal PDVSA es Repsol. El grupo que preside Antonio Brufau tiene una exposición al país de 2.400 millones de dólares, según detalla en los informes de resultados remitidos a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). La petrolera reconoció el año pasado un ajuste en el valor de sus activos en el país de 408 millones de dólares vinculado a la fuerte caída del barril de crudo y a las «incertidumbres» asociadas a la situación económica y cambiaria en Venezuela.
Repsol también tuvo que provisionar -es decir, cubrir para prevenir una posible pérdida futura- un préstamo de 56 millones de dólares concedido a la sociedad Ypergas, donde comparte accionariado con la francesa Total. La compañía española explica al regulador que esta sociedad genera sus ingresos en bolívares y que, «dado el actual contexto, se cuestiona su capacidad para devolver el préstamo otorgado por Repsol».
Fuente: el Mundo