Entre los años de 1948 a 1952, los hechos que intimidaron a los venezolanos: elecciones, un golpe de Estado, aunado a dos asesinatos, otras elecciones, fraude, y presidente provisional que degrado en dictador.

j. g. guerrero lobo*

                                                Es insoportable el espíritu militar en el mando civil.

                                                El libertador Simón Bolívar

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                                                Carta  a O´Leary 13 de septiembre 1829

 

El 15 de febrero de 1948, recibe la banda Presidencial (Decreto del 15 de diciembre de 1940) y el Collar donde pende la llave del arca que guarda el Libro de Actas de 1811 y de la urna que guarda los restos del Padre de la Patria (Ley del 9 de julio de 1940). El escritor, político y educador Don Rómulo Gallegos de manos del Presidente de la Junta Revolucionario de Gobierno, Rómulo Betancourt. En diciembre de 1947 había vencido en la primera elección universal, directa y secreta en nuestro país, pero ocho meses más tarde, el 24 de noviembre, el alto mando militar le dio un golpe de Estado que tendría largas y sangrientas consecuencias. Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez,  Luis Felipe Llovera Páez  y como secretario fue designado el Doctor Miguel Moreno integraron la Junta Militar de Gobierno que decidió los destinos del país, ilegalizó a Acción Democrática y el Partido Comunista de Venezuela –muchos de sus líderes tuvieron que pasar a la clandestinidad, al exilio o fueron enviados a la cárcel– y permitió una libertad de acción vigilada a URD y Copei.

La figura de Carlos Delgado Chalbaud,  cobrar  especial atención, trasmitiendo seriedad y propósito  de transitoriedad al ejercicio del Gobierno  y la gran preocupación de los otros dos  integrantes de la Junta de  Militar de Gobierno, era la forma de pensar y actuar  de Delgado Chabaud y se comenzó a correr el rumor  que todo triunvirato conduce al gobierno  personalista. A  muchos  recordó el triunvirato  de César, Pompeyo y Craso; el de Marco Antonio, Lépido y Octavio; en los corrillos caraqueños bien informados e influyente  no ocultan su preferencia por un Marcos Pérez  Jiménez, quien para el momento tenia gran ascendencia sobre la oficialidad andina.

Al final de la mañana del lunes 13 de noviembre de 1950, se conoció el asesinato del  Presidente de la Junta Militar Carlos Delgado Chalbaud,  en forma vil y sangrienta por un comando que dirigido el guerrillero coriano Rafael Simón Urbina, a plena luz del día, entre las calles Country Club y las Mercedes, se dice que no le agradaba tener a sus servicios  una numerosa escolta ni, medidas especiales de protección, es bueno pasearse por la trayectoria desde su residencia  hasta la quinta Maritza en la urbanización las Mercedes, no existía vigilancia policial, cuando ocurrió el secuestro a la salida de la quinta Lois, en Chapellín, pero  en una confusa acción asesinan a Delgado Chalbaud, dos días después Urbina es arrestado y muerto por la Seguridad Nacional; desparecen la víctima y el victimario.

La muerte del victimario, ha quedado más confusa  respecto a la forma en que efectivamente murió Rafael Simón Urbina hubiera podido arrojar luz  en sus declaraciones  sobre un hecho de gran significación para la historia política  del país, Laureano Vallenilla Lanz, en su libro Escrito de memoria  donde refiere una conversación  con Marcos Pérez Jiménez, en la que señala que fue un error la muerte de Urbina. ¿Pudo evitarse este hecho de tanta importancia para aclarar asuntos tan relevantes?  A esta muerte también lo rodeo el enigma, y todo pareciera indicar que fue deliberada.

Germán Suárez Flamerich fue llama el 27 de noviembre de 1950 para que  presidiera  la Junta, hasta el 2 de diciembre de 1952,  de  toda Venezuela era sabido que el poder real recae en Marcos Pérez Jiménez.

Germán Suárez Flamerich y el desencanto “Al asumir la tremenda responsabilidad de integrar con Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, a raíz de haber sido vilmente asesinado el coronel Carlos Delgado Chalbaud, un gobierno de facto, sólo me guió el propósito, mejor diría el empeño, de que el país volviese a la vida institucional a través de unas elecciones libres. Frustrado el móvil que me llevó a formar parte de un tal gobierno, y sin poder contar con el respaldo que únicamente las Fuerzas Armadas Nacionales estaban en capacidad de brindar de forma eficaz e inmediata para hacer respetar el resultado de las elecciones para la constituyente, no pude menos que renunciar. Personal y directamente manifesté en Miraflores a Pérez Jiménez, que como ministro de la Defensa sí tenía bajo su control a las Fuerzas Armadas, que no estaba dispuesto a asumir la responsabilidad histórica de desconocer el resultado de aquellos comicios, expresión inequívoca de la voluntad popular. Ante la negativa de someterse Pérez Jiménez a los verdaderos resultados de las elecciones de 1952, me separé del Gobierno. Desencantado ciertamente por la débil reacción que los sucesos políticos de esos días provocaron en el ánimo público, particularmente en los sectores de oposición, marché por mi propia decisión y cuenta al exterior donde permanecí durante poco más de un año”.1

Aquel intento por barnizar de democracia el mandato militar, se convocó a una elección a finales de 1952 para la integración de la Asamblea Constituyente que elegiría a la totalidad de los poderes públicos. Pero las muertes continuaron: el 21 de octubre, el líder de AD Leonardo Ruiz Pineda –que encabezó la resistencia contra la Junta en la clandestinidad– también fue ultimado, ya la renuncia de de Suárez Flamerich nos lo afirma.

El 30 de noviembre de ese año los partidos URD y Copei ganaron la mayoría de los escaños al Frente Electoral Independiente (brazo político de los militares), pero la Junta de Gobierno (que ya no se hacía llamar “militar”) suspendió el conteo de votos y alteró el resultado a favor del FEI. Vicente Grisanti, presidente del Consejo Supremo Electoral, así como otros miembros de la institución, se negaron a avalar el fraude y renunciaron.

El 2 de diciembre de 1952, el alto mando militar nombró a Marcos Pérez Jiménez “presidente provisional de Venezuela” hasta que la Asamblea Constituyente lo ratificara. Y Gobernó hasta el 23 de enero de 1958.

En la madrugada Marcos Pérez Jiménez envió un mensaje (telegrama) a Jóvito Villalba e Ignacio Arcaya, del partido URD. La breve nota terminó siendo una de las piezas clave de esta historia. Allí el militar y ministro de la Defensa prácticamente reconoce la derrota en las elecciones del 30 de noviembre, pero argumenta que por “el prestigio de la nación” no reconocerá el triunfo que –asegura– se logró gracias a un acuerdo con AD y PCV, partidos ilegales para la época.

“Caracas, 2 de diciembre de 1953, DEP. 00.05, hora: 3:00 am

Doctores Ignacio Luis Arcaya y Jóvito Villalba

Caracas

No basta el desmentido categórico del grave hecho del acuerdo con partidos en la clandestinidad y antinacionales que a ustedes se les imputa, para probar la buena fe de las aseveraciones que ustedes hacen. Las ideas expuestas por oradores de URD en diferentes mítines y la votación de los comunistas y de los acciondemocratistas por la tarjeta amarilla, ha venido a corroborar el hecho señalado. La Institución Armada, tan escarnecida por ustedes, no está dispuesta a admitir que por acuerdos torvos se vaya a lesionar el prestigio y el progreso de la nación, seriamente comprometido por el triunfo electoral de Acción Democrática y el Partido Comunista, que URD ha propiciado.

Atentamente,

Marcos Pérez Jiménez” 2

A 64 años del desconocimiento por parte de los militares liderados por Marcos Pérez Jiménez del resultado electoral del 30 de noviembre de 1952, que daba cómoda mayoría al partido URD en la integración de la Asamblea Constituyente. Testimonios de protagonistas de la época hablan de la voluntad de los venezolanos por ejercer el derecho al voto y de la ambición autoritaria de quienes desearon ignorar la voluntad popular

La INTIMIDACIÓN, que es el acto de hacer que los otros hagan lo que uno quiere a través del miedo, la intimidación no suele quedarse solo en lo meramente Psicológico, sino que puede llegar a la agresión física como una forma de imponer el terror a un individuo en particular o como un mensaje a García a sus iguales. El fin último es el poder y el acoso psicológico y la intimidación, dependiendo del caso y magnitud del mismo poder puede ser individual y/o colectiva.

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Notas:

  1. (Extracto de entrevista a Germán Suárez Flamerich, Biblioteca Voces del Siglo XX de la Fundación José Guillermo Carrillo)
  2. (BirBiblioteca, perteneciente a Venezuela Analítica

asesinato-de-carlos-chalboud asesinato-de-la-junta-militar

escritor -jgglobo@gmail.com